Justino Mártir - Apología I - II

Justino, natural de Flavia Neápolis, ciudad de Siria Palestina, fue un filosofo de la iglesia de Cristo del siglo II (cf. Apología I, 1.1). Escribió contra las alegaciones paganas que difamaban a la iglesia de Cristo llamándolos ateos (cf. Apología I, 6.1), llenos de perversidades como comer carne humana (por no entender el sentido espiritual y no literal de la Cena del Señor / Eucaristía; cf. Apología I, 26.7) y en defensa de los hermanos de la fe acusados por ser cristianos, por lo cual se dirigió principalmente al emperador Adriano (cf. Apología I, 1.1), sin lisonjas ni temores, por cuanto Justino mostró no querer agradar a los hombres, sino a Dios (cf. Apología I, 2.3), por ello también le dejó en su escrito, parte de la Tradición cristiana que era práctica universal de las iglesias de Cristo e hizo una demostración profética de la venida de Cristo.
En estos escritos podemos observar la creencia común de la iglesia universal en la santísima Deidad / Trinidad (cf. Apología I, 6.2); el solo nombre de cristiano, no de católico romano, ni de cristiano pentecostal, ni luterano, etc (cf. Apología I, 7.3); el culto en espíritu y en verdad alejado de los cultos católicos romanos como las procesiones o veneración de imágenes (cf. Apología I, 9.1); la salvación por fe y obras (cf. Apología I, 12.1); la inclusión de los niños en el camino de servir a Cristo (cf. Apología I, 15.6); la no culpabilidad de pecado de los niños, contrario al pecado original católico romano (Apología I, 18.3); el libre albedrío (cf. Apología I, 44.11); bautismo para perdón de pecados para aquellos que creen (cf. Apología I, 61.3); la Cena del Señor como alimento espiritual no literal (cf. Apología I, 65 y 66); congregarse cada domingo para la adoración general (cf. Apología I, 67.8); etc.
También nos otorga testimonios históricos que apoyan la verdad de que Jesús existió y nació en Belén según el censo en tiempos de Quirino que el mismo Justino invita a verificar (cf. Apología I, 34.2), añadiendo también el apoyo histórico a la "pasión de Cristo" que era verificable en aquellos tiempos mediante las Actas (cf. Apología I, 35.9) que contenían igualmente la historia conocida de que Jesús sí curaba enfermos, resucitaba muertos y demás hechos milagrosos (cf. Apología I, 48.3).
La Apología II nos enseña historias de hermanos en Cristo que nos muestran un gran ejemplo a seguir en la vida cristiana (cf. Apología II, 2). Aparte nos narra creencias como "el ángel de la guarda" (cf. Apología II, 4.2) que también las Escrituras enseñan; se narra la vigencia (en aquellos tiempos, no de ahora, ya que lo perfecto llegó al cerrarse el canon del N.T.) de los dones milagrosos en la iglesia (cf. Apología II, 5.6); la doctrina de Cristo como Logos al ser Él la razón encarnada (cf. Apología II, 10.1); y la variedad de personas que conforman la iglesia, ya sean doctos o gente sencilla pero que aplica lo que se le enseña (cf. Apología II, 10.8).
Son muchos los datos a observar, pero estos sirven como resumen para admitir la ortodoxia de la iglesia, que nos evidencia su nula corrupción en la mitad del siglo II.