Consecuencias de participar no dignamente del sacrificio
El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí (1 Corintios 11:29).

Introducción
En todos nuestros actos siempre habrá consecuencias, ya sean negativas o positivas (llamadas mayormente beneficios). No escapa a esta realidad la Cena del Señor, pues está escrito: "De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor" (1 Co 11:27).
Una pregunta inmediata que surgiría es qué consecuencias negativas tendría alguien que tomara de la Eucaristía pero no de manera digna. A continuación examinaremos bajo la guía de la recta razón los efectos de la indignidad.
Efectos negativos
Es preciso partir bajo la guía de la ley de identidad, dando individualización a cada mal acto juntamente con su efecto.
El primer efecto negativo que encontramos es ser culpado del cuerpo y de la sangre del Señor (1 Co 11:27). Según el diccionario griego Strong (G1777), Pablo usó la palabra "énojos" que significa la atribución de pena a alguien, lo cual le hace digno de castigo. Toda pena se imputa a un transgresor de la ley, que por su poca reverencia desestima la ley, pero alguno nos preguntará: ¿por qué seré culpable de algo que no cometí directamente? Pues a este respecto la recta razón (una de nuestras fuentes) nos puede enseñar de forma análoga, ya que la Escritura calla en su respuesta. Observamos en la realidad que muchas personas son catalogadas culpables de actos condenables sin necesidad de hacerlo directamente, pero sí por negligencia, así como un gobernante que al tener en poco a su pueblo, lo deja morir de hambre, pero es culpado de asesinato a pesar de no haberlos matado directamente, así también el que tiene en poco (no respeta) la Eucaristía y por negligencia o descuido no la toma con dignidad o reverencia, también es culpado del cuerpo del Señor a pesar de no haber matado directamente al Señor, por lo cual no es ilógico culpar a alguien de algo que directamente no cometió, pero tampoco afirmamos que se culpe sin motivo o sin razón perteneciente al obrar del culpado, por cuanto la culpa se da en virtud de la irreverencia que a su vez genera indignidad, y es ley que se tome de la Cena dignamente (1 Co 11:27), por lo cual al transgredir la ley siendo irreverente, se hace uno mismo merecedor de castigo. Tristemente muchos no reverencian el sacrificio, haciendo manifiesto que si el Señor estuviera presente, no tendrían respeto por él ni por su mayor acto de amor, el cual fue morir en la cruz, debido a que lo tendrían en poco y por esto se hacen culpables del cuerpo del Señor, puesto que su obrar muestra que el sacrificio no es nada significativo para ellos, así como tampoco para los fariseos culpables del cuerpo y sangre del Señor lo fue. Por esto también se nos invita a auto examinarnos (1 Co 11:28), pues no vaya a ser que alguno esté participando teniendo en poco el pan y el vino, pues como sabemos no es algo común, sino alimento espiritual en el cual Cristo está presente participando con nosotros, pues su voluntad fue hacerlo aún en el reino de su Padre (Mt 26:29), es decir, en la iglesia.
Observamos que cuando tomamos la Cena del Señor indignamente, juicio tomamos hacia nosotros mismos (1 Co 11:29), en virtud de ello es que somos castigados para no ser condenados con el mundo (1 Co 11:32). Pero, ¿qué castigos nos trae la participación indigna?
La segunda consecuencia da respuesta, pues está escrito: "Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen" (1 Co 11:30).
Contextualmente vemos la enfermedad espiritual de los corintios, pues andaban emborrachándose al participar de este acto (1 Co 11:21) por no tomar reverencia y hacerlo así indignamente. Para la palabra "enfermo" Pablo usa "asdsenés" que significa sin fuerza, ya sea física, o moralmente hablando. Con base al contexto sabemos que en lo moral los corintios andaban débiles, por cuanto al observar toda la carta vemos que así les ocurría (cf. 1 Co 1:10-11; 5:1-2; 11:18) y aplicando la ley de razón suficiente, el por qué de la "enfermedad" es respondido por sus actos mismos (aplicando la ley de identidad), que son de inmoralidad. Para la palabra "debilitados" se usa la palabra griega "árrostos" (G732) que significa enfermo, pero esta palabra se usa para reforzar el punto anterior, ya que apunta al mismo punto y es por esto entendida en virtud de la comprensión de la primera palabra, aunque añadiendo la posibilidad también de enfermedad física sin muerte como consecuencia necesaria, como le aconteció a María por castigo divino (Num 12:9-11). Sin embargo, surge la palabra "koimáo" cuando Pablo expresa "muchos duermen" y da complicación por el significado que da, puesto que puede ser entendido como muerte física o muerte espiritual según el diccionario Strong (G2837), sin embargo, dejemos que el Logos nos guíe en esta dificultad. Primero aclaremos las cuestiones y vayamos en orden. Está escrito: "No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere" (Prov 3:11-12), y también escrito está: "mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo" (1 Co 11:32). Ahora, esto nos dice la razón: ¿Si un padre quisiera castigar a su hijo, lo mata o lo corrige por medio de la vara?. Ciertamente todo padre recurre a la vara como última circunstancia, así también se recurre a la enfermedad espiritual para castigar al hijo y así entre en razón por la tribulación a causa de la inmoralidad, mas si el padre quisiera condenar al hijo lo mataría físicamente, pues una vez muerto no hay remedio ni posibilidad de arrepentimiento (Lc 16:25), entonces como la Escritura enseña que somos castigados porque Dios no quiere que seamos condenados con el mundo, sería un absurdo lógico afirmar que se puede morir por medio de tomar la Cena indignamente, pues eso sería condena y no castigo, por lo cual gracias al principio de reducción al absurdo, sabemos que la verdad es que la muerte sería espiritual, pues el caído puede retornar a estar de pie, pero el condenado, no puede pasar de aquí para allá (Lc 16:26).
Reflexionemos entonces, pues no muchos son los justos en la tierra hoy, sino que así como con los dedos se cuentan los amigos, también con los dedos se cuentan los que son realmente justos. Muchas iglesias tienen problemas principalmente por la irreverencia al sacrificio, pues sus vidas no reflejan el carácter de un cristiano. ¿Cuántos enfermos no hay moralmente hablando por tener en poco el sacrificio de Cristo?. ¿Cuánta cizaña que no piensa que es cizaña hay en la iglesia porque no entendieron la frase: "muchos duermen"? Así pues, si nos examinásemos nuestra vida cual filósofo que examina la totalidad de la realidad, no seríamos juzgados, ya que sabríamos cómo estamos tomando la Cena del Señor. Muchas preguntas nos surgen: ¿por qué no crezco espiritualmente?, ¿por qué sigo cayendo en el mismo pecado?, ¿a qué se debe que nunca puedo hacer las cosas bien?. Pero la consecuencia dos da respuesta al porqué, mas la consecuencia uno, explica nuestra realidad (en caso andemos enfermos moralmente hablando), pues estamos siendo castigados así, no porque Dios guste de ello y se complazca en ello, pues Él no es un Dios que se complace en la maldad (Sal 5:4), pero el malo no puede tener comunión con Él, por tanto, permite que la realidad nos golpee para que con vara aprendamos a volver a él, así como el niño pequeño no vuelve a poner el dedo en el fuego, pues aprendió con el dolor a no querer quemarse, y aún a las naciones extranjeras, Él no quiso que mueran en sus pecados (cf. Sab 12:20), mas si ni aún con la reprensión y estos ejemplos nos abstenemos de ser llamados hijos suyos, nos hacemos a nosotros mismos bastardos, por rechazar su corrección de Padre. Así es como el corrige de a pocos a los que pecan. Nos hace ver, mediante sus correcciones, en qué hemos pecado, para que renunciemos al mal y creamos en Él (cf. Sab 12:1), aunque lamentablemente muchos dicen: "no queremos" (Jer 6:16).
Estas son las consecuencias de tomar indignamente la Cena del Señor, pero la pregunta final es: ¿por qué permitir que esto ocurra cuando sabemos que Él se sacrificó por nosotros para que no muramos?.